domingo, 13 de octubre de 2013

DE JOSÉ GUTIÉRREZ SOLANA A LA OBREGÓN

La España negra, la España que duele, la identidad de un pueblo sublime, que siente su fiesta como celebración y muerte. Un pueblo religioso y no en lo que a cuestiones de fe se refiere. Reflexivo y amargo, históricamente desencantado. La España de cementerios y oración, de silencio en calles y charanga en fiestas patronales, procesiones de sombras. Eso debió sentir José Gutiérrez Solana cuando pisó Chinchón allá por los años 20. Época de oro para la tauromaquia, y época en la que la diferencia entre las grandes capitales y las provincias eran abismales.

Una tarde de toros en Chinchón, Solana toma apuntes en una libreta. Una tarde de toros en Chinchón y la Obregón toma copas en un balcón. 

Una tarde de toros en Chinchón, y la bravura de los toros impresiona al pintor. La lucha en el ruedo, los caballos por los suelos, y los capotes al quite. Movimiento, miedo, gloria y sufrimiento. La vida en los tercios. La tauromaquia como símbolo de fiesta y muerte. 

Una tarde de toros y en el ruedo el toro por los suelos, sin fuerza. 7 novillos 7 y uno de propina. Toro noble sin fuerza, bonachón y útil para la faena standard. Matadores que no matan, y Froilán dando guerra.

Una tarde de toros y Solana en el tendido. Una tarde de toros, y la Obregón en el tendido como muestra de "gran aficionada" el resto es historia. Pero no hay que olvidar que la tauromaquia representa la religiosidad del silencio. Del hombre contra el animal, del miedo, de la orquesta desafinada que grita para asustar a la muerte. No olvidemos que salvando la distancia en el tiempo, la tauromaquia es algo SERIO! Y que los tiempos cambian, pero ahí sigue la plaza, y sus edificios, resistiendo el paso de los años.

Cuadro de José Gutiérrez Solana sobre los toros en Chinchon

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